El mar de piedras blancas sin fisuras
que a cuatro pies del suelo se levanta
de suave roca dura, friso roto
mirando al sur del cielo,
descansa
y en la rampa elevada calienta
cuando Blanca se tumba
un polvo
de sol temprano lejos
toma forma y expira fuego
en virutas
y un mordisco profundo destroza
el almuerzo de ese ayer
y separa el descanso ruidoso
del breve suceder tardío.
Irrumpe en silencio lo que hoy ya no existe, pero un día lejano fue;
esta tarde, dando un paseo, descubro una muralla del siglo XI justo donde ayer miré y solo vi cimientos.