viernes, 26 de junio de 2015

Vicio y droga

Existen vicios y drogas.
Tú eras las dos cosas.

Me hacías daño y aún así me gustabas.

Eras malo y no podía dejar de hacerte.
Dolías, y aún así adoraba aullar y llorar después, hecha un ovillo.
Y siempre tuve mono de tus besos.

Eras un vicio increíblemente malo, pero eras mi vicio.

Eras una droga espantosamente potente, pero eras mi droga.
Y, sin duda, era un placer ser una yonqui al borde del abismo.

Todo el mundo me advertía de lo duro que es salir de todo esto, y no lo creí hasta ahora.

Incluso tú, mi talón de Aquiles, mi suicidio favorito.
Debí creerles, o creerte, pero era irremediable.
Estábamos hechos para ser adicción.

Ahora aquí estoy, en terapia de desintoxicación, para poder dejar de comerte con los ojos a escondidas y buscarme nuevas rutinas que hacer por la mañana en lugar de amarrarme a tu espalda, entre las sábanas. 

Para aceptar que todos los trenes pasan.
Que todas las tentaciones se vuelven menos apetecibles.
Que todos los locos se vuelven cuerdos, y todos los fuertes, vulnerables.

Quizá ahora, en tu ausencia, me levante tarde y me fume un cigarrillo en la ventana.

Como si con eso pudiera sustituir tus despertares. 
Digo yo que otros vicios encontraré por otros lados.
Quizá alguna droga a la que pueda volver a engancharme.
Aunque, sinceramente, no creo que nunca me ponga tan ciega a ninguna.

miércoles, 24 de junio de 2015

Pretérito de indicativo

Siempre fuimos un amor de esos que matan.

Éramos de los que besaban con lengua, sabiéndose a alcohol,

y reían a carcajadas entre calada y calada.
De los que siempre tenían cartas guardadas bajo las mangas
y solían acostarse al salir el sol.

Siempre fuimos malos.


Éramos de los que cantaban bajo la lluvia

y lloraban mordiendo la almohada.
De los que nunca se acaban arrepintiendo, porque ni siquiera había tiempo para eso,
de los que sabían, con una mirada, transformarte en literatura y, con un pestañeo, prenderte fuego.

Siempre fuimos de los que se destrozan.


Éramos de los que naufragaban en una isla desierta

y no buscaban la salida, ni la manera de volver,
de los que transformaban odiar y querer en sinónimos,
y de los que cuando cerraban por fin una puerta no encontraban ninguna otra abierta.

Siempre fuimos fríos.


Éramos de los que soltaban globos hacia el cielo

y trepaban muros para recuperarlos, porque no todo lo que se quiere se deja libre,
de los que estudiaban en voz alta las mil maneras
de tropezarse con una piedra y no caer de bruces al suelo.

Siempre fuimos invisibles.


Éramos de los que adoraban volar sin alas

y no le tenían miedo a la caída
porque llevaban tiempo preparando una huida en el fondo,
y se habían quedado hace mucho sin balas.

Siempre fuimos de los tóxicos.


Éramos de los que probaban y repetían, de los adictos,

de los que escribían en la arena con los dedos,
de los que no aprendían ni a la decimonovena,
y de los que podían entrar y salir en mil y un conflictos.

Siempre fuimos incomprensibles.


Éramos de los que se dormían deprisa y se despertaban despacio,

de los que escondían los secretos bajo llave,
de los que se jodían a todas horas, ya fueran las diez o las siete,
y a los que lo mismo les daba una cueva que un palacio.

Siempre fuimos nuestra forma favorita de autolesionarnos.


Éramos de los que para sacar un clavo clavaban otro encima,

y aún soñaban más despiertos,
a los que no les hacía falta hacerse los muertos,
y reinaban desde la cima de la baja autoestima.

Siempre fuimos droga.


Éramos de los que dibujaban a lápiz en servilletas de bar

y cenaban de madrugada cada noche,
de los que se enrollaban en los asientos de atrás del coche
y buceaban a oscuras en el mar.

Siempre fuimos juntos y por separado.
Siempre fuimos.
Siempre, así, en pretérito de indicativo.

domingo, 21 de junio de 2015

2:OO AM

Ayer volví a buscarte 
entre tantas caras desconocidas.
Estabas en todas partes
y a la vez en ninguna,
como siempre
y como nunca.

Ayer volví a buscarte

entre tantos y tan pocos,
donde nadie era importante
o quizá sí, no tengo ni idea,
pero todos más que yo.
O algo así he oído por ahí.

Ayer volví a perderme 

entre tantas historias,
movidas y llantos, cabreos y risas.
Pero, qué quieres,
habría pagado por solo perderme
entre tus historias un segundo más.

Ayer volví a perderme

entre fantasmas del pasado
que me confunden cada noche
con mensajes absurdos
que parecen razonables
a las dos de la mañana.

Nunca pasa nada bueno a partir de las dos de la mañana.

Y lo he aprendido por las malas.

jueves, 18 de junio de 2015

Anastasia

El chico tenía algo, no sabía el qué. Le resultaba familiar... le había visto en alguna parte. Ojos pistacho, rasgados; pelo muy corto, al uno... Probablemente viniera del ejército. Una mandíbula muy marcada pero el rostro aparentemente amable. Nariz recta, espalda ancha, metro noventa. Parecía sacado de una película, y por todas las miraditas al entrar, no era la única que se había dado cuenta. Se podría decir que lo tenía todo. Anastasia apartó la mirada de aquel chico, por miedo a ser descubierta, y fijándose en una pequeña tele frente a la barra de aquella cafetería granate y beige, dio un sorbo a su café solo. Aún quemaba. El volumen estaba al mínimo, así que sólo se veía gesticular a aquella presentadora tan guapa. 

Algunos tanto y otros tan poco, pensó.

El chico del ejército se sentó a su lado, y pidió un café, solo, como ella. Ya había olido esa colonia antes. Quién era ese chico, y por qué parecía haberle visto ya antes. No se habría olvidado, una cara así no se olvida. ¿Entonces? No tenía sentido. Una alarma empezó a sonar en aquella cafetería tan oscura y como si no quiere la cosa, todos los allí presentes cogieron su taza de café y de pie se la tiraron a ella. Empapada y perpleja, Anastasia se puso a chillar y en ese momento el chico de nombre desconocido tiró el periódico al suelo y saltó por la ventana.

miércoles, 3 de junio de 2015

Juicios

No me señales por haberme caído,
otra vez más,
si lo haces desde el suelo.

No me chilles por tardar mucho en levantarme,

si ni siquiera me tiendes la mano
ni me soplas las heridas.

No me empujes de nuevo

por haberlo conseguido,
sabes que casi no sé mantenerme en pie.