domingo, 29 de marzo de 2015

Soñar contigo

Esta noche he vuelto a soñar contigo.

Estabas tan guapo como siempre, con tu chupa de cuero y tu pelo despeinado.
Con tu sonrisa de lado y tu mirada perdida.

Ausente, en la luna.

No recuerdo qué era lo que decías, tan solo movías los labios, que bailaban al ritmo del rock and roll.
Y me mirabas, como tantas veces lo has hecho en mi vida.

Y me matabas, sin querer, poco a poco.

El viento despeinaba tu pelo, o lo peinaba, no lo sé muy bien.
Tú sonreías con cada bajada y subida.

Nada importaba, porque sólo estábamos nosotros. Solos tú y yo.

Me acariciabas los dedos como si nada hubiera pasado, como si todo siguiera igual.
Y mientras yo en otra parte, bebida.

De pronto todo está oscuro, borroso, olvidado.

No recuerdo con claridad lo siguiente, ni qué te hizo bajar a la tierra.
Qué me hizo despertar, volver al presente, distraída.

Me besaste, como nunca nadie lo había hecho antes.

Y te sentí cerca otra vez, y te lloré al hombro como tantas veces había llorado en mis rodillas.
Como tantas veces había estado húmeda mi alma, como las calles llovidas.

Te besé, como nunca había besado a nadie antes.

Mi corazón volvió a juntarse y los cachitos que rasgaban mi vida desaparecieron.
Como si todo este tiempo hubiera sido un trance, como si estuviera dormida.

Volví a sentirme viva, entera, presente.

Desperté de aquel terrible sueño,
y de pronto estaba de nuevo vacía.


sábado, 28 de marzo de 2015

20

Puedo escribir los versos más bonitos esta noche.

Escribir, por ejemplo: ''La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos''.

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta, la tuve en mis brazos
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y
éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Pablo Neruda.

domingo, 8 de marzo de 2015

Hundimientos

He vuelto a cagarla una vez más. No me creo las veces que he caído ya, de verdad no me lo creo. Toco fondo, y entonces caigo un escalón más. Porque sí, porque puedo. He tratado de pedir ayuda en miles de gritos silenciosos, pero ya no puedo más. Ya nadie puede salvarme, y me hundiré yo sola. Entre mentiras y verdades ocultas, lo mismo da. Me hundo, me muero, ya no puedo respirar. Que nadie trate de salvarme, que da lo mismo. Mi corazón ya no palpita y mis heridas vuelven a sangrar.

He vuelto

He vuelto a pisar ese lugar, pero no he vuelto a sentir lo que sentí aquella vez. Nada ha cambiado, todo sigue igual. Los hojas de los castaños se balancean con el viento, y las castañas caen al suelo, creando ese sonido seco y abriéndose por la mitad, como siempre. He vuelto a respirar el mismo aire con todas mis ganas, y a expulsarlo poco a poco, como si estuviera otra vez susurrándote al oído lo mucho que te quise, entre caricia y beso robado. Lo mucho que te quiero aún. He vuelto a abrir los ojos y a buscarte en cada rincón, pero ya no hay rastro de ti ni de tu sombra. La misma que te abandona cuando te hundes en la oscuridad y que te persigue cuando el sol brilla alto en el cielo. He vuelto a acariciar cada uno de mis dedos, parándome explícitamente en los pulgares, como tú solías hacer cuando el silencio nos robaba protagonismo en las noches de noviembre. Jamás un silencio fue tan bonito. He vuelto a pararme a escuchar cada piar de las golondrinas, pero ya no escucho tu voz, ya no escucho tu risa, esa entrecortada que tanto te caracteriza y que tantas carcajadas sostiene en un segundo. He vuelto a notar ese olor de rosas rojas recién cortadas, y me he acercado a una, y he cerrado los ojos, de la misma manera que los cerraba cuando tu colonia inundaba todo mi cuerpo. Cuando podía sentir tu olor cerca, cuando podía sentirte cerca. He vuelto a tomarme un café en nuestra cafetería, la de la esquina girando a la izquierda, pero ya no sabe igual, sino más amargo que de costumbre. Y las estrellas... las estrellas siguen iluminando el cielo, como siempre. Y la luna... la luna brilla y dibuja su media C en el centro de ese manto azul oscuro casi negro. Y ahora he vuelto a pisar ese lugar, y nada ha cambiado, créeme, todo sigue igual… salvo que tú ya no estás.

sábado, 7 de marzo de 2015

Por miedo a encontrarme de nuevo a alguien como tú

Esta mañana todo parecía estar como siempre. Un quejido tras apagar el despertador y un ''cinco minutos más'' susurrado bajo las sábanas, antes de encontrar esos besos mañaneros, de cara dormida y risa entre los labios. Dos azucarillos en el café y diez vueltas hacia la derecha, como siempre. Como tú solías hacer antes de quemarte los labios, porque la leche está demasiado caliente. Tres minutos de espuma de dientes por toda la cara, antes de peinarte ese pelo rebelde e incontrolable, imposible. Como tú. Cuatro camisetas por el suelo y tú revolviendo todo el armario en busca de tu favorita, esa que nunca te quitas y que por eso siempre está a lavar. Cinco achuchones y un beso rápido junto a un ''hasta la tarde'', seguido del tintineo de las llaves al cerrar. 

Esta mañana todo parecía estar como siempre. No te esperaba y no lo he hecho. He abierto los ojos y lo primero que he hecho es alargar el brazo hacia el lado frío de la cama. No he suplicado cinco minutos más ni he lloriqueado por lo bajo. El café sabía un poco más amargo y frío que de costumbre, quizá le faltaran vueltas por dar. Y qué poco he tardado en peinarme y en elegir qué ponerme. He buscado una camiseta de otro color, que no me recordara a ti. La casa estaba en silencio pero las llaves seguían sonando al cerrar. 

No te he echado de menos, y no lo hago. Y eso quiero seguir pensando, mientras escondo mi sonrisa por miedo a mostrársela a alguien más. Por miedo a que alguien más me la muestre a mí, y tener que volver a contar desde el principio. Y tener que volver a despegar del suelo, donde estoy aferrada desde entonces.

No te he querido, y no lo hago. Y eso quiero seguir pensando, mientras esquivo las miradas de quien quiere dedicármelas por miedo a un ''qué dirán''. Por miedo a mí misma. A seguir acumulando recuerdos, a seguir equivocándome. Como siempre y como nunca a la vez. 

No he deseado tu vuelta, y no lo hago. Y eso quiero seguir pensando, mientras reniego de mi confianza y mi autoestima por miedo a encontrarme con alguien más. Por miedo a volver a caer. A encontrarme de nuevo encerrada en todo esto y no saber salir de ningún modo. Por miedo a encontrarme de nuevo a alguien como tú.

domingo, 1 de marzo de 2015

Con un corazón roto no se ama igual

No hay duda de que fuiste tú el que rompió en mil pedazos lo que me gustaba llamar corazón. Ahora es un simple agujero negro en mi pecho izquierdo que absorbe todo lo que se le acerca, intentando de algún modo reponerse de cada uno de sus golpes. Ya no queda nada, es más, hace tiempo que busco los trozos por las esquinas, por cada rincón, incluso bajo la cama, donde ya no me da miedo mirar porque he aprendido que los monstruos no se esconden ahí. He perdido la cuenta de los días que llevo reuniendo cachitos y uniéndolos con cinta aislante, he perdido la cuenta de los días que llevo recuperándome de todo esto. Han sido muchos, porque fuiste explosivo. Fuiste como una explosión, y me vaporizaste. Y así, era de esperar que reventara y rompiera a llorar. También he perdido la cuenta de eso, de cada una de las lágrimas derramadas. Mi problema es que me aferro, me aferro a todo aquello que pueda hacerme daño, porque en el fondo... en el fondo me gusta el dolor. En el fondo soy adicta a este, a la autodestrucción. 

No se lo digas a nadie, pero fuiste el peor error que he cometido, y créeme, he cometido muchos. Por eso, creo, fuiste el que más dolió. Pero... ¿sabes lo peor de todo? Lo peor de todo es que no me arrepiento. No me arrepiento de nada. Y después, claro, ¿de dónde quieres que saque las ganas de seguir? Si fuiste a la vez mi mejor sueño y mi peor pesadilla. Si fuiste de lo que más me enorgullezco, y lo que más detesto haber hecho, ¿por qué quieres que siga en pie? Si de ti aprendí que lo que más te lastima es lo que más quieres, que nada es para siempre y que los sueños sueños son. Aprendí a no confiar y me volví de hielo. Arreglé como pude mi corazón y lo recubrí con una muralla, con una armadura antibalas. Morí, o mejor dicho, me mataste. Me mataste y me dejaste tirada, sin nada, rota, perdida. Aún sigo tratando de encontrarme. Solo veo monstruos, de esos que son imposibles de echar. Y aquí sigo, en medio de ninguna parte, persiguiendo tu rastro y soñando con despertarme de esta horrible pesadilla que me atormenta cada anochecer porque se acerca la oscuridad, y ellos, ellos se hacen más fuertes de noche, y duelen más. Sé de sobra que ya no volverá a ser lo mismo, ni ahora ni nunca, porque con un corazón roto, una mente enferma y un alma rasgada no se ama igual. Porque me perseguirán por siempre... los monstruos o tu recuerdo, lo mismo da.