viernes, 30 de enero de 2015

Hay veces que no me siento yo

Hay veces que me siento sola…
pero miro a mi alrededor y no veo más que gente,
gente por todas partes,
y aún así incomprendida, incomprendida como siempre.
Hay veces que me siento rota…
y nada ni nadie puede arreglar
los cachitos que me atraviesan el pecho,
que molestan y no me dejan respirar.
Hay veces que me siento triste…
y mis lágrimas podrían inundar un mar
a pesar de ser esto imposible,
a pesar de no poder dejar de llorar.
Hay veces que me siento intoxicada…
demasiada realidad por todas partes.
Tengo las alas rotas y la autoestima por los suelos,
los días de la semana ya no pasan del martes.
Hay veces que me siento perdida…
y por mucho que me esfuerce no hay manera de encontrar salida,
ni dirección correcta, 
ni dirección prohibida.
Hay veces que me siento diferente…
y no encajo en ningún lugar
como una pieza de puzzle que jamás se terminó,
como un suspiro que jamás se llega a evaporar.
Hay veces que me siento vacía…
que algo me falta dentro,
y no sé ya si es algo o alguien
o simplemente me lo invento.
Hay veces que siento que algo en mí muere…
y ya no estoy viva,
y algo se rompe,
y algo me quema,
y algo me inyecta veneno.
Hay veces que no me siento yo.

jueves, 29 de enero de 2015

No me conoces y nunca lo harás

A veces todo coincide y el mundo te da una patada en el estómago, que te deja sin respiración. A veces te encuentras sola y te das cuenta que la persona en la que siempre confiaste ya no confía en ti, ni tú en ella. Que la has perdido. Y que no puedes hacer nada para ganar esa confianza, porque se ha esfumado. A veces te sientes miserable, sola, incompleta, vacía. Y nada puede llenar ese hueco que hay dentro, nada. Siempre a medias. A veces nada ni nadie consiguen sacarte una sonrisa, y lloras, y escribes, y te pones la música al cinco, pero esto tampoco funciona. Nada calma tu vacío, y así es como te sientes. Vacía, estúpida.
Vacía y estúpida a más no poder.
Me gustaría poder ser yo, la de verdad, la que llora cuando tiene ganas de llorar, la que dice lo que piensa cuando lo piensa, sea lo que sea. Si realmente fuera yo un solo minuto al día muy seguramente estaría ingresada en un hospital mental, o psiquiátrico, o manicomio, como quieras llamarlo. Porque no es normal, porque puede que me esfuerce en serlo, pero no lo soy. No soy normal y jamás llegaré a serlo. Y tendré que vivir con ello. Y tendré que fingir que el mundo me trata de puta madre, que todo va sobre ruedas, que soy feliz y que puede que tenga épocas malas, como todo el mundo, pero soy feliz. Nadie llegará a conocerme nunca, nadie llegará a saber cómo soy en realidad. Porque nadie me ha visto al descubierto y porque espero que nadie lo haga nunca. Porque podré escribir lo que sea pero jamás seré yo de verdad. Nunca jamás. Mientras seguiré fingiendo. Sí, tendré que seguir fingiendo, tendré que seguir diciendo que en el fondo soy feliz. Tendré que enseñar esa sonrisa de ‘’No me conoces y nunca lo harás’’.

lunes, 26 de enero de 2015

Tardes de domingo

Los domingos tienen algo que no tienen el resto de días. Hacen que me apetezca escribir poesía, cuando nunca he sido capaz de hacerlo. Hacen que me entren ganas de llorar, simplemente por seguir existiendo. Los domingos tienen algo. Siempre me gusta mirar donde me encuentro en cada momento, y hoy me encuentro lejos. Hoy me encuentro lejos de donde me gustaría estar. Creo que no estoy cerca de casi nada de lo que me gustaría estarlo. No quiero ponerme a quejarme aquí a blasfemar, a criticar el mundo, a compadecerme… pero me habéis pillado en un momento triste. Y yo, en los momentos tristes escribo. Y lloro. Escribo y lloro mucho. Porque es lo que me gusta hacer cuando me pongo triste. Llorar, pensar, ver fotos. Todo lo que implique masoquismo sentimental. Me gusta, soy así. Hoy me he dado cuenta de lo que he perdido por el camino, y las lágrimas no me dejan ver con claridad lo que he ganado, cosa que anima a que siga llorando. Pero me gusta llorar. Hace que me sienta viva, me hace parecer una persona. Una persona de carne y hueso, viva, a pesar de que haya momentos en los que no me sienta así. Hoy me he dado cuenta de que, pase el tiempo que pase, aunque lo haya superado, aunque me convenza a mí misma de que aquello es el pasado siempre habrá una parte de mí que me lleve la contraria. Siempre habrá una pequeña Blanca que se agarre al pasado y patalee, de puñaladas a mi corazón de vez en cuando y me provoque lágrimas. Siempre habrá una parte de mí que peligrosamente esté dispuesta a caer. Y yo no puedo hacer nada, pues no depende de mí. El tiempo, al parecer, se toma su tiempo para curar heridas, para sanar realidades. Y no me queda otra que conformarme y seguir esperando, a pesar de ser consciente de que esa Blanca jamás pisará la tumba. Se alimenta del amor, y es demasiado fuerte. Ella es la que me quema y me rompe, y me mata. Ella es la que abre las heridas y la que hace que el tiempo pase tan lento, casi eterno. Que no giren las agujas del reloj. Y solo me queda conformarme y esperar, esperar a que alguien aparezca y mate a esa pequeña Blanca, que no hace más que hacerme daño. Que no me deja despertar.

domingo, 25 de enero de 2015

Traté de escribir poesía

Traté de escribir poesía,
entre sábanas y té frío.
Trate de escribir poesía,
de llenar de algo mi vacío.
Las noches pasaban lentas,
los días largos y aburridos,
las agujas daban vueltas
en el sinfín de minutos perdidos.
El tiempo traía consigo
lugares y recuerdos felices,
momentos eternos contigo
y miles de cicatrices.
Diría que no derramé lágrimas,
que fui fuerte cada segundo.
Diría que no me dolió, mas
encima se me cayó el mundo.
Si fuiste algo en esta vida
fue dolor y fuertes golpes, 
moratones y heridas
caídas fáciles y torpes.
Estuve ciega mucho tiempo,
el suficiente para caer en tus brazos,
no he dado cuenta hasta el momento
en el que me he visto todos los arañazos.
Cierra la puerta cuando te marches,
que no entre corriente que me despierte,
que el aire no traiga todas las noches
que tuve ganas de tenerte.
Y ahora estoy de nuevo perdida,
lágrimas y hojas de papel mojadas.
Ahora me quedo medio dormida,
hundiéndome sin salvavidas.
Tendré que convivir con este carácter
melancólico e impaciente, 
tendré que prometerme a mi misma
que no volveré a caer en el presente.
El futuro todo lo cura,
el pasado todo lo siente,
el presente pierde cordura
con cada minuto en el que estoy ausente.
Pero sigo luchando conmigo misma
en una batalla que no acaba nunca.
Sigo perdiendo asaltos y rondas,
sigo gritando hasta quedarme ronca.

Y ya no necesito volver a verte,

ni siquiera sentirte junto a mí,
ya no necesito volver a quererte,
creo que por fin puedo volver a vivir.
Traté de escribir poesía,
De acallar este dolor.
Traté de escribir poesía....
Y ahora te quiero lejos, mi amor. 

martes, 20 de enero de 2015

Autodefensa

No somos nosotros. El problema es que no somos nosotros. Nos han educado así para ser diferentes, para ser todos iguales. Nos han educado para no ser nosotros, para no ser de verdad. Es un sistema de autodefensa, la actuación digo. Fingir. Cada vez que alguien nos dice algo que nos afecta fingimos que no nos importa. Cada vez que sentimos que el corazón se nos rompe fingimos que aún sigue entero. Cada vez que el chico, o la chica, que nos gusta nos habla fingimos que una mosca es mil veces más interesante. Cada vez que sentimos que queremos morir, que la tierra nos trague, sacamos una sonrisa a la luz. Ese es el problema, nos han educado para eso. Para no ser nosotros. Para ser todos iguales. Para ser robots sin sentimientos. 

Nos han educado para taparnos la cara, para tener miedo cada vez que alguien intenta descubrirnos, para guardar secretos, para que jamás salga de nosotros nada nuestro. Nos han educado para que nada nos afecte, porque la gente es mala, cruel y de piedra. Y de un solo movimiento, si te pilla distraído, puede derribarte. Por eso somos asi, grises, implacables. Por eso nos han hecho fuertes. 


Autodefensa lo llaman ellos, opresión lo llamo yo.

Quiero ser yo, quiero creer que hay personas buenas en el mundo, quiero poder mostrarme tal y como soy frente a cualquiera. Quiero no ocultarme más bajo una máscara. El problema es que no puedo, nadie podemos. Porque tenemos miedo. Por el qué pensarán. Porque nos han educado así. Nos han educado para tener miedo, para, como he dicho al principio, no ser nosotros. Porque el que es diferente, el que no es una copia más, el que destaca, es humillado y asesinado. Y no hablo de violencia física, sino psicológica. Es asesinado y su corazón deja de later. Y se vuelve como el resto. Y se esconde tras una máscara. Porque la gente es mala, porque la sociedad no tolera que algo destaque. Porque tendremos que vivir bajo esta dictadura que nosotros mismos nos hemos buscado.

No te esfuerces, no luches, no te muestres como eres frente a nadie. Eres carne de cañón y lo sabes. Escóndete y no dejes que te vean. Sé como el resto.

lunes, 19 de enero de 2015

Segundas veces

Hoy, por ser hoy y no mañana ni ayer, me gustaría hablar de las segundas oportunidades. Jamás he entendido las segundas oportunidades. Estoy en contra totalmente de estas. Las veo, no sé, absurdas. No las entiendo, no. Hoy hablabamos en clase sobre las confesiones, las sagradas, las de la iglesia. Según mi profesora todo el mundo tiene derecho a arrepentirse,  a una segunda oportunidad. No hay nada suficientemente horrible como para no merecer el perdón de Dios, según ella. Bien, y no me opongo, pero lo bueno que tienes las segundas oportunidades es que no dependen de Dios, sino de ti. El problema que veo yo a todo esto es el siguiente: la gente no se arrepiente. Si una persona ha tenido la suficiente sangre fría como para, qué sé yo, asesinar a otra persona, no creo que la situación cambie hasta el punto de arrepentirse. Jamás llegará a ser consciente de lo que ha hecho, de ver las cosas como el resto las vemos. Jamás llegará a darse cuenta. Algo así ocurre con dar segundas oportunidades. Si una persona ha sido capaz de romper tu corazón en mil pedazos, con sangre fría, jamás llegará a darse cuenta de lo que ha hecho. Por mucho que diga. Jamás será consciente, por lo tanto jamás será merecedor de una segunda oportunidad. Ya tuvo una primera,  y en mi opinión, la vida es demasiado corta como para andar perdiendo el tiempo con bobadas. La gente es mala por naturaleza, todos lo somos, es algo que hay que aceptar. Alguien te habrá hecho daño, pero tú también habrás hecho daño a otro alguien. Es así. Acepta la realidad, olvida los complejos, vive de una maldita vez y deja de pensar. La vida es demasiado corta como para repetir. Mereces demasiado la pena como para volver a caer. Perdona, pero no olvides. Por eso, pienso, las segundas oportunidades no tienen sentido. Por eso no las entiendo. Porque ya quisiste una vez, porque ya fue suficiente. Porque siempre hay que mirar hacia delante, con barbilla alta y sonrisa en la cara. Pasar página. Y esto, no me malinterpretéis, no significa no perdonar. Como bien pone en negrita, perdona, pero no olvides. Jamás, nunca, nunca olvides.

domingo, 18 de enero de 2015

Y cuánto te he echado de menos

Acabo de darme cuenta de que al fin vuelvo a ser yo. Lo he conseguido, de alguna manera. Al fin he conseguido superar esa extraña corriente que me dirigía a otro camino. He cogido el acertado, y me encuentro donde siempre otra vez. Vuelvo a ser la de antes. Y no puedo estar más contenta de ello, creedme. No puedo estar más contenta de ser yo misma, y no una copia barata.
Acabo de darme cuenta de que ha salido el sol, y que refleja, sobre toda la nieve que hoy cubre la ciudad, una luz cegadora que inunda con todo su esplendor cada una de las casas. Ha vuelto a salir el sol de entre las nubes, como me prometieron tantas veces. Se acabó la tormenta que tanto tiempo cubrió mi alma.
Acabo de darme cuenta de que hoy tengo ganas de vivir, de soñar, de moverme, de reír. Hoy tengo ganas de hacer cosas, cuantas más mejor. Hoy tengo ganas de ser la misma de siempre. Hoy tengo ganas de salir de debajo de la cama, de dejar de ser un monstruo. Hoy tengo ganas de sonreír, pero no de esas sonrisas de siempre, sino de las que salen solas. De las de verdad.
Acabo de darme cuenta de que se acabó. De que pasé página hace tiempo pero no capítulo, y de que al fin comienzo uno nuevo. Uno nuevo y lleno de vida, y que voy a disfrutarlo al máximo. Porque sí. Porque puedo. Porque solo se vive una vez. Porque es mi libro, es mi vida, y yo hago lo que quiero con ella. Yo escribo, yo mando, yo decido, yo paso las páginas y finalizo los capítulos.
Acabo de darme cuenta de que puedo volver a ser feliz, sin ningún obstáculo, de que puedo, al fin, ser yo otra vez. Y cuánto te he echado de menos.

jueves, 15 de enero de 2015

Días grises

Hoy hace un día de esos que tanto me gustan: lluvioso, frío, gris. Y no es por llevar la contraria a la sociedad, como tanto me gusta hacer, es simplemente eso. Me encanta que haga malo algunas veces. Creo que en este mundo debería haber un poco de todo, días alegres y llenos de vida, días grises y apagados. Con sus nubes plateadas y sus gotitas de lluvia heladas y trasparentes. Dan la sensación de encontrarse en una cúpula, en una bolita de esas de nieve. Siempre lo he pensado, aunque aquí, en Valladolid, no nieve nunca. 

Los días grises te cambian, te hacen pensar de otra manera. Hacen que te apetezca hacerte un café, ponerte el pijama y meterte debajo de las sábanas,  exactamente como estoy yo ahora mismo. Aunque a mí, ahora que lo pienso bien, me apetece hacer eso todos los días de mi vida.
Los días grises te hacen sentirte otro, diferente. Te separan de tu esencia. Cada vez que pasa un día gris dejo de sentirme yo, me convierto en otra persona. ¿Nunca os ha pasado? Sentir, literalmente, que vuestra alma no esta en vuestro cuerpo. Que vuestra vida no os pertenece. Hacen que te replantees un poco tu existencia en el planeta Tierra, de principio a fin. Que te vengan a la cabeza miles de porqués. Que te descubras, que te conozcas. Siempre he pensado que conocerse a uno mismo es importante, si no lo haces tú ¿quién va a hacerlo por ti? Es importante, aunque a veces haya personas que incluso lleguen a conocerte en algunos aspectos mejor que tú mismo. Y digo en algunos aspectos, pues llega a ser del todo imposible conocer a una persona del todo. Hables con ella las horas que sean, pases los años que pases a su lado. Hay una frase que tengo pegada en la puerta de mi armario, en mi recopilatorio de frases de libros favoritas que dice exactamente eso. Todo el mundo tiene secretos. Creo en esa frase completamente, estoy totalmente de acuerdo. Todos, sin excepción, tenemos secretos. Es algo con lo que se nace, va incluido en el código de barras. Nunca se llega a ser trasparente. Esa es una de las cosas que tanto me gusta del ser humano, su misterio, sus secretos. Jamás se deja de conocer a una persona. Siempre tiene algo. Una persona misteriosa se vuelve el doble de interesante. Y esto no lo digo yo, lo dice el mundo. Y el mundo nunca se equivoca. 
Por eso, pienso, los días grises son tan especiales. Están llenos de enigmas, de personalidad, de vida, de secretos en cada rincón.

martes, 13 de enero de 2015

Suerte

Hoy, no sé si os habéis percatado, es martes trece. Martes y trece. La cumbre de la mala suerte. Adoro los martes trece casi tanto como los viernes trece. Es una demostración más de mi profundo amor hacia lo raro, diferente, estúpido y genial a la vez. Otra demostración más de mi manía por llevar la contraria a la masa. Los martes trece son lo mejor del mundo, y no entiendo esa incoherente definición de que esta coincidencia pueda dar mala suerte. En realidad, no entiendo la mala suerte. Para mí, las supersticiones no existen. Creo que cada uno nace con una determinada suerte en la vida, que se va gastando poquito a poco. Cosas como una escalera, un espejo, un gato negro o un salero no influyen en que esta suerte deje de funcionar por, pongamos, siete años. Respeto a las personas que respetan estas creencias, es más, a mí no me gusta reírme de esto por cosas como el Destino, por ejemplo, pero eso no quita que me parezcan incoherentes. Por favor, un gato negro es lo más bonito que existe. Como decía, cada persona nace con un, digamos, número limitado de suerte. La suerte puede ser buena o puede ser mala, todo depende de si influya para bien en algo o no. A mí me gusta llamarla suerte, a secas, ya que si en algún momento tienes un desastroso golpe de mala suerte, será porque así estaba escrito. Supongo. Esto, claro es un simple concepto que yo me hecho en la cabeza, con esto de que hay que ser más positivos ante la vida y demás. Nada que ver con la realidad. Esta mañana descubrí que soy melancólica, tendencia pesimista, así que lucho contra esto. Lucho contra mí misma. Vuelvo a irme del tema, la suerte. La suerte, creo, es algo que nos constituye desde pequeñitos. Forma parte de nosotros. Cuando alguien te desea suerte no te está regalando una parte, simplemente te está advirtiendo de que dependes de esta. Todo depende algo de nuestra suerte, nada depende de nosotros al 100%, pienso yo. Y sé que nada más decir esto Dani hará una captura de este mismo párrafo, me hablará por whats app y me soltará un ‘’Eh, ¿cómo que lo que hago no depende de mí? sabrás tú bien de qué depende, cacho lista’’. Pues sí, Dani, tienes razón, no tengo la más remota idea, pero oye, con lo que mola sacar propias teorías fatalistas, ¿por qué privarse? Me gusta demasiado crearme historias y soñar despierta, sacar conclusiones y crear conceptos, y eso, quieras o no, carga con sus consecuencias: párrafos incoherentes por doquier. Yo qué sé, soy feliz así, qué quieres que te diga. Y sí, creo que la suerte mueve el mundo más de lo que pensamos, que todo está escrito, que los gatos negros son adorables y que siempre seguiré pidiendo uno en la carta de reyes, aunque nunca me lo traigan. Creo que los martes trece son los días en los que pasan siempre cosas geniales, que es mejor pensar que la mala suerte no existe y que si has perdido el bus, suspendido un examen o perdido el DNI es porque tenía que pasar. El karma no dejaría que algo grande te pasara sin sufrir ni un poquito. Creo que la suerte está por todas partes, en todas las esquinas, y que dependemos de ella para cada movimiento. Es más importante de lo que se piensa, está subestimada, como el karma.Y sí, Dani, metete conmigo, también creo en el karma. 

lunes, 12 de enero de 2015

Libros

Adoro pasar tardes en la biblioteca. Sonará estúpido, raro, ambas cosas, pero adoro pasar horas y horas entre estanterías llenas de libros. En ese espeso silencio que casi puede tocarse, interrumpido únicamente por pisadas de tacón. Entre ese olor a libros nuevos, entre páginas de miles de historias. Me encantan los libros nuevos, con sus páginas brillantes, con su tinta recién impresa, con su portada resplandeciente y con ese olor tan característico. Sin duda, coger un libro nuevo en la biblioteca es algo completamente único. Genial. Eres el primero en descubrir que ocultan sus páginas, las páginas de ese libro que pasará por miles de manos después de ti. Solo he tenido ocasión de coger un libro nuevo, la primera en la lista, una vez en mi vida. Aún me acuerdo. Pero, si tuviera que elegir entre libros nuevos y viejos, sin duda, elegiría los viejos. Adoro leer libros viejos. Es como si estuviesen llenos de vida, de vidas paralelas. Llenos de historia, de tiempo, de olores, de lugares, de momentos. Como si cada página escondiera mil secretos, entre manchas de café y granitos de arena. Páginas amarillentas a punto de quebrarse, con esquinas dobladas, con tinta emborronada por el paso de los dedos. A veces me pasa que leo un libro y me acuerdo del lugar donde lo leí por primera vez, del momento que estaba atravesando entonces, de mi actitud y de mis pensamientos, por eso, siempre que elijo una nueva historia para leer, elijo el lugar que más feliz me haga en ese momento, el que más recuerdos buenos y llenos de vida haga que me vengan en mente. A eso es a lo que yo llamo estar lleno de vida. Me parece importante, casi tanto como el lugar donde escribo. Me gusta elegir un lugar genial donde escribir, porque pienso que si el que me lee elige un buen lugar donde leer lo que yo he escrito, ¿por qué no iba a hacer yo lo mismo al escribir lo que una tercera persona lee? Todas las palabras del mundo merecen un buen lugar donde ser escritas. Por eso mismo os escribo ahora bajo mi mesa, al lado del radiador. Aunque cueste creerlo, el mejor lugar de toda la casa. Sin duda alguna. Uno de los motivos por los que me gusta tomar prestados libros, y no comprarlos , es lo que llevo diciendo desde el principio: la vida. Los libros nuevos son geniales, pero no tienen vida. Comprados pasan a ser una simple historia sobre la mesilla de noche. Y vale, mentiría si dijera que yo no tengo libros en casa. Por supuesto que tengo mis historias favoritas, que puedo leer y releer las veces que quiera, pero esas, únicamente, contienen mi historia y de nadie más. Jamás llegarán a estar suficientemente viejas. Y me encanta leer libros viejos, que sé que han pasado por miles de manos, con sus historias, sus amores, sus risas y sus llantos. Que sé que han estado en miles de lugares, en montones de momentos al día, y que han sido abiertos y cerrados a su antojo, leídos y disfrutados. Esas portadas seguramente hayan visto más vida que muchos de nosotros juntos. Eso, creo, es lo mejor de los libros. Rebosan vida tan solo estando apoyados en estanterías. Miles de estanterías llenas de vida por todas partes. Por eso, y creo que es suficiente, adoro ir a la biblioteca.

domingo, 11 de enero de 2015

Enamorarse

Un día, hace un tiempo, me preguntaron qué es estar enamorado. Cómo sabes cuándo estás enamorado de verdad. Me gustaría saber dar esta explicación de una manera simple, como ‘’sientes mariposas en el estómago’’ o ‘’cuando piensas mucho en una persona’’. Pero no es tan sencillo. Me gustaría empezar porque existen muchos tipos de amor, tantos como perspectivas, tantos como los escalones de una escalera. Sí, me gustaría relacionarlo con una escalera. El primer escalón es cuando te fijas en una persona que, de alguna forma, llama tu atención. Esa persona va gustándote más y más, en progresión, al igual que subir escaleras. Llegas a un punto en el que lo quieres, y digo querer de verdad, de esos te quiero que se revuelven en el pecho y queman. Querer querer, no como se quiere ahora. El siguiente escalón es amar, amar a una persona en toda su totalidad. Amar de verdad, necesitar a una persona. Cuando se ama uno se da cuenta, cuando la obsesión, la confianza en la otra persona y el cariño se unen en una única cosa, a pesar de ser contradictorias. Amar es el siguiente escalón, sin duda.
‘’Amar a alguien es sentir que vale tanto como para entregarle parte de ti’’.
El siguiente paso a amar es enamorarse. Enamorarse es morir, esa sería la definición perfecta. Enamorarse es darlo todo por la otra persona, la vida incluso, sin pedir nada a cambio. Es lo más bonito que puede pasarte en la vida, y lo peor al mismo tiempo. Para mí, estar enamorado es dolor. Son lágrimas y puñaladas en el estómago. Para mí estar enamorado es fuego, miedo y odio, pero a su vez nerviosismo y felicidad extrema. Como pasarse el día sedada, sin entender nada. Enamorarse es no entender nada. Dicen que solo te enamoras una vez en tu vida, y no me extrañaría que así fuera. Porque enamorarte es morir, enamorarte es que te maten.
‘’Estar enamorado es creer que necesitas a alguien para ser feliz’’.
Nadie elige de quién se enamora, ni cómo, ni por qué. Nadie elige el momento, ni el lugar. Enamorarse va en contra de la voluntad de la persona, porque pasa, y no se elige, y cuando pasa estás seguro de que ha pasado. Me ha llevado días meditar sobre esto, intentar sacarle una conclusión.  Saber definir lo que es estar enamorado. Cuando una persona se enamora es consciente de ello al momento, sin excepción. No sabría describirlo, he llegado a la conclusión de que ni con todas las palabras del mundo podría describir lo que es estar enamorado. Estar enamorado es otro escalón. Estar enamorado es… más. 

viernes, 9 de enero de 2015

Injusticias

Hoy me gustaría hablar de las injusticias, así, en general. Hoy me gustaría hablar de lo injusto que es el mundo en algunos aspectos, la vida, y lo que es peor, el ser humano. Yo soy una de esas personas que no sabe estarse callada cuando considera que algo es injusto, que se pone de pie y chilla, mueve montañas. Inconformista sería la palabra. No debería haber tolerancia con algo que, desde cualquier punto de vista, no es justo. No debería permitirse, pero, por desgracia, se permite. No me gusta meterme en temas de política, ni de modelos de estado, ni siquiera de fútbol, con tal de no discutir. No me gusta discutir, por eso pienso que ni siquiera esto, que ha pasado estos últimos días en París, debería ser motivo de discusión. Puedes estar de un lado, del razonable, o del otro, pero una cosa no justifica otra. No intentemos proclamar paz con la guerra. No intentemos justificar algo con atentados terroristas. No es lógico, ¿no os dais cuenta de que no hay lógica alguna? Solamente, pensad solamente, en las personas que pagan estas injusticias. Y ahora no me gustaría referirme a este tema solamente, sino a todos. Pensad en la historia de cada persona que paga con su vida una injusticia. Pensad solamente en el vacío, en los propósitos de esa persona, en sus sueños, su futuro, su pasado, sus proyectos, su historia. Pensad en lo que le arrebatáis a alguien cuando le quitáis la vida, dejándolo todo a medias. Interrumpiéndolo todo, dejándolo todo suspendido en el vacío por siempre, sin vuelta atrás. Esto es todo lo que consigues cuando matas, dolor, vacío, un reloj sin retorno al pasado, un cadáver frío y lleno de sangre que antes era persona, que antes estaba lleno de vida. ¿Y todo esto por qué? ¿Por complacer a un dios? Quizá deberías recapacitar sobre tus actos, porque si el mismo Dios te está pidiendo que mates, quizá estés hablando con el diablo.
‘’Solo tengo una petición para este mundo de mierda, y es que la gente vuelva a ser gente y deje de convertirse en bestia y comportarse como animales.’’
No a más injusticias en este mundo. No más atentados terroristas. 

martes, 6 de enero de 2015

Proyecto Secreto

Buenos días hombres y mujeres eternamente jóvenes. Hoy es día de reyes, y lo admitamos o no, a todos nos hace ilusión. Es un día perfecto para visitar al tío que no ves nunca pero que, porque te quiere, también tiene un regalo en su casa. Y el padrino. Y la madrina. Y el primo de Valencia. Hoy es un día para regalar y disfrutar de todo y, por supuesto, no pensar que pasado mañana estamos de nuevo en ese infierno llamado instituto. Ups.
Estoy muy feliz, hoy estoy muy muy feliz y quiero compartirlo con vosotros. Los que me leéis y por tanto, SUPONGO, me queréis un poquito. Tengo una sorpresa para vosotros: mi proyecto secreto (CHAN CHAN CHAAAN).
Llevo un tiempo trabajando en un proyecto al que me gusta llamar Proyecto Secreto (CHAN CHAN CHAAAN) *mira para arriba, se recoloca el pinganillo, se encoje los hombros y continúa* Este proyecto trata de un libro al que le estoy dedicando mucho tiempo y cariño porque quiero que sea perfecto y que salga adelante, pero mi ansiedad de siempre me lo impide, así que no he podido resistirme a publicar la primera entrada hoy, a modo de regalo para vosotros. Espero que os guste por donde van los tiros y me comentéis mucho, que es lo que me importa principalmente, más que los votos, que me digáis vuestra opinión y si os parece guay o no la idea. Os dejo el link y me contáis.
¡Feliz día de reyes! ¡Y que la suerte esté siempre siempre de vuestra parte!

lunes, 5 de enero de 2015

Ni blanco ni negro

A veces me gusta mirar atrás y ser consciente de dónde me encuentro. Creo que es importante saber en qué posición nos encontramos en cada momento de nuestra vida. Algunas veces avanzamos sin darnos cuenta, otras nos quedamos quietos, pero siempre es importante conocer nuestro lugar. Quién está de nuestro lado y quien está en nuestra contra. Es demasiado fácil confiar en alguien equivocado, por eso es muy importante ser consciente de todo. Y estar a punto en todo momento.
Hay veces que las personas que creíamos verdaderas nos pegan una puñalada por la espalda, hay veces que las que creíamos falsas nos demuestran todo lo contrario, hay veces que las que creíamos que jamás se irían de nuestro lado desaparecen, y hay veces que acabamos aferrados a las que creíamos que jamás cogeríamos cariño. Es más confuso de lo que me gustaría admitir. Por eso digo que siempre es muy importante estar alerta, saber dónde se encuentra uno y con quién se trata, cubrirte las espaldas. Porque el dolor hace mucho daño, pero te ayuda a aprender, a hacerte fuerte. Y a base de golpes aprendo yo. Es importante saber quién eres, dónde estás, de quién estás rodeado y por qué. Sobre todo es muy importante el porqué, que te constituye. Yo no he echado a nadie, los que ya no están es porque han querido irse. Y no me arrepiento de nada. Por eso prefiero ser una desconfiada a una confiada medio ciega, porque nada es lo que parece. Porque nada es blanco ni negro.