sábado, 30 de mayo de 2015

Soledad

Uno de los errores más graves que he cometido ha sido enamorarme de la soledad. Me han arrastrado a ello. Llevo tanto tiempo sintiéndome sola que me he acabado acostumbrando. Tanto, tantísimo, que finalmente he caído en la trampa. Sin quererlo me he enamorado. Ya no puedo hacer nada. Ahora ya no soy capaz de querer a nadie, ni siquiera a mí misma, porque está la soledad, que me susurra al oído cada anochecer para que no la abandone esa noche, ni ninguna otra, y podamos ser felices para siempre. Como en los cuentos. Ya no soy capaz de relacionarme como una persona normal, con nadie, con todo el mundo. La soledad me ha hecho cambiar, y me he transformado en otra. Quizá más real, más desengañada, más yo. Quizá ahora sea más yo que nunca, y eso es lo que da miedo. Pero ella es tan bonita que no puedo darla de lado, porque me quiere, y yo la quiero a ella. Porque no puede darme de lado, como ha hecho el resto. Ella ha sido la única que ha sabido abrirme los ojos. No estoy segura de qué es lo que ha provocado esta obsesión amorosa: si el hecho de quedarme sola me ha empujado a enamorarme, o el hecho de enamorarme me ha empujado a estar sola. Me da lo mismo. Soy consciente por fin y capaz de entenderlo todo. Soledad, qué palabra tan bonita. Ahora ansio por hacerme daño porque soy la única compañía que tengo, y eso, de un modo u otro, te acaba volviendo loco. Loco de remate, como llevo toda la vida. Loca, loca y perdida. Y sola. Completamente sola. Por que al fin y al cabo, soy la única en mi vida. Solo yo. Y no quiero a nadie más. No quiero. Lo único que quiero ahora es soledad. Quedarme sola y respirar de una vez tranquilidad.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Gilipollas

Eres tú el que se mete con el chico callado de la clase,
sin tener ni idea de por que no habla,
y por qué prefiere callar
antes que fingir y convertirse en un cobarde. 

Eres tú el que llama puta a la chica que únicamente se lo pasa bien,

y que tiene que soportar ser juzgada
por no hacer ni la mitad de lo que tú haces cada fin de semana
y por ser mujer.

Eres tú el que se pega con el primero que se atreve a darte la cara,

por el hecho de ser más bajito que tú,
o menos fuerte, o más débil,
y tener los cojones de decirte algo.

Eres tú el que oprime, obliga y acosa,

por creerte el mejor,
el que nunca se equivoca,
el que tiene la obligación de cambiar todo lo que no le parezca bien.

Eres tú el primero que se lanza a por la tía buena de la barra,

sin pensar que quizá ella no quiere nada contigo,
y el que se pone plasta, y el que insiste,
hasta hacer que esa chica quiera volverse a casa.

Eres tú el que insulta y habla por las espaldas,

y luego va de maduro, de chungo,
de sincero, de valiente,
aún siendo el primero que no soporta una crítica.

Eres tú el que piensa que siempre lleva la razón,

aunque, para nada, se acerque a lo razonable,
y que afirma, sin ninguna duda,
que somos el resto los que nos equivocamos.

Eres tú el que hace lo que quiere,

el egocéntrico de mierda que todo lo hace bien,
el que no soporta que le lleven la contraria
y el que tiene que tener el control sobre todo.

Eres tú el que hace daño,

y el que no soporta el dolor.

Eres tú el que jode,

y el que no soporta ser jodido.

Eres tú el que duele,

y el que no soporta que le dañen. 

Y luego, además, pretendes que no te llame gilipollas.

domingo, 17 de mayo de 2015

Nada que perder

Podría empezar por el principio, aunque ya no recuerdo cuál es. No sé en qué momento me convertí en esto. Podría empezar por decir que he vuelto a caer, pero sonaría absurdo: jamás he salido de esto. Siempre he estado enferma, lo mismo da la poca ayuda que he recibido. Lo mismo da. Quizá, en algún momento, escalé un par de metros la pared de este pozo tan profundo al que caí Dios sabe cuándo, y en el que cada día me resbalo un poco más.
Pero volví a caer de nuevo, más al fondo, donde parece imposible que pueda existir un color más oscuro que el negro, pero que existe.
Hace mucho tiempo que dejé de hacer esto. Por miedo al ''qué dirán'', por miedo al ''qué pensarán''. Por miedo. No debería haberlo dejado, porque ahora lo necesito más que nunca. Ocultarlo me ha hecho más daño del que pensaba, y ya no soporto más todo esto. Estoy cansada de mentir. Ya no me queda nada que perder. Estoy cansada, esa sería la palabra perfecta. Vivo en una mentira. Todo a lo que me abstengo es una mentira que he creado únicamente por miedo al rechazo. Ni siquiera ha funcionado.
Estoy sola, vacía, triste, rota, trastornada y muerta. Y no encuentro salida.
Pero lo mismo da, ya no sería capaz de salir.
Es la cobardía la que aún me mantiene en vida, pero un día será contrastada por el orgullo, y ese día, no muy lejano, ganará la batalla por fin.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Autolesiones

He llegado a la triste evidencia
de que eres mi forma favorita
de autolesionarme.

No eres

No eres la primera persona en la que pienso cuando me despierto,
ni cuando me acuesto,
ni tampoco la causante de mis noches en vela.

No eres cada una de mis lágrimas,
ni mis versos,
ni mis puñetazos a la pared.

No eres mi mandíbula apretada,
ni mi sonrisa triste, 
ni mi mirada vacía.

No eres en quién pienso cuando estoy borracha,
ni mi canción favorita,
ni mis resacas de por la mañana.

No eres mis pesadillas,
ni mis sueños más bonitos.

No eres el causante de mis suspensos,
ni del atontamiento que llevo a las ocho de la mañana,
ni las ojeras a causa de haber trasnochado.

No eres llegar al bus por los pelos,
ni perderle por un segundo.

No eres las risas de madrugada,
no eres los besos de buenas noches.

No eres,
quizá fuiste.
No eres,
soy yo.

lunes, 11 de mayo de 2015

El mismo desconocido de siempre

Esta noche me perdí entre las sábanas,
no recuerdo bien lo que sucedió,
tan solo que volví a encontrarme contigo.
No habías cambiado,
no desde la última vez. 
Eras el mismo desconocido de siempre.

Estoy cansada de dedicarte escritos,
poemas, historias, versos y rimas,
que solo contienen dolor y rencor contenido;
cuando tú sólo fuiste
una bala perdida
en cada uno de mis lunares.

Y hablando de lunares,
los tuyos, por ejemplo,
en fila, en la espalda;
creando constelaciones y dibujos imposibles
que no creo que ninguna estrella pueda imitar
jamás.

Y hablando de estrellas,
tu sonrisa, por ejemplo,
el centro de cada una de las miradas;
para qué perder el tiempo en el cielo
si lo único que sabe hacer es brillar
y para eso ya estás tú. Qué más da.

Y hablando de cielos,
los que tú me haces tocar, por ejemplo,
con cada bajada y subida,
con cada reencuentro,
cada idiota, cada hola, cada vuelve,
cada te quiero.

Y hablando de te quieros,
todos los que te dije, por ejemplo,
entre suspiros al alba
y lágrimas al anochecer,
rendiciones a tus pies y ofrendas 
de una vida entera a tu disposición.

Pero que esto me sirva como lección.
Dos a veces son multitud, y tardé demasiado en darme cuenta.

Estoy cansada de vivir amarrada
a un pasado borroso y confuso,
donde lo único que recuerdo de todos aquellos días
son tus susurros en mi oído,
tus caricias en la espalda
y tus besos sin querer.

Vivo enamorada de un fantasma del pasado,
que no es real, ni vive, ni volverá en ningún momento.
Vivo enamorada de un fantasma de mentira,
que me grita desde el fondo que aún queda más caída
a pesar de estar afónico
y llorar de felicidad.

Y estoy cansada de haber olvidado
lo realmente importante,
que mi vida, es mía,
y de nadie más,
y no por el hecho de haber tenido mi corazón en las manos,
te da derecho
a destrozarlo sin piedad.

Y no por el hecho de tener esos lunares en la espalda,
esa sonrisa,
esa facilidad de hacerme rozar el cielo,
y ese privilegio de haber escuchado uno de mis te quieros,
de los de verdad,
te da derecho a convertirte en un maldito gilipollas.

Porque eso has sido siempre, un maldito gilipollas, 
que no merece ni versos, ni besos,
ni más te quieros perdidos
entre sábanas mojadas
de lágrimas nostálgicas
por la explicación merecida.

Mereces solamente eso,
olvido,
desprecio,
un último adiós, el definitivo;
pero yo no puedo dejarte escapar,
por lo menos no ahora.
No puedo despedirme sin antes estar segura
de que me mataste del todo,
y de que ya no queda nada,
mucho menos una vida
que poder regalarte
y quitarte después: como hiciste tú con la mía.

Quizá ya me haya despedido, 
quizá esto no vaya para ti.
Siempre te quedará la incertidumbre
de si esto realmente te lo escribo a ti,
o al de ahora, al de entonces, al de siempre
o al de nunca.

Cuídate, seas quien seas.

domingo, 3 de mayo de 2015

Musa

Si algo me acerca a la inspiración
es el silencio,
llena el hueco que dejaste,
el vacío que no es capaz de llenar mi tristeza,
ni todas las palabras que escupe mi cabeza
entre gritos e insultos,
como besos al aire
y pensamientos cayendo por la borda.

No entiendo a todos ellos

que son capaces de pensar con música
y soñar callados,
ignorando por completo
que los acordes de cualquier canción ya te dejan suficientemente absorto,
y sin tener en cuenta que donde realmente
hace falta una banda sonora
es en los sueños.

Quizá suene absurdo

tratar de dedicarte versos a estas alturas,
demasiado tarde incluso para mí,
a pesar de que aún me esfuerce por convencerte,
susurrarte, quererte y decirte
que nunca ningún verbo es suficiente
con tal de que acabe en ''te''
y tú seas la única persona por aquí.

Ni el ruido que hace la lluvia golpeando las baldosas,

ni el mejor de todos los solos de guitarra,
ni tu voz, si quiera, a las ocho de la mañana,
suena tan bien como un silencio compartido,
a pesar de que hoy solo quede el olvido
y el miedo a encontrarse de nuevo
una vez más
con esa noche de abril.

Pero ahora, por mucho silencio que lleven mis días,

y noches, y madrugadas,
soy incapaz de encontrar otra musa,
y volver a escribirte como entonces,
como antes,
como tantas veces lo hacía sin querer,
y tantos silencios fui capaz de llenar contigo
a falta de inspiración.

Y esperaré al alba

para escribirte un poema más,
pues si bien teniéndote presente 
se me olvida el vivir
quizá teniéndote ausente
no tenga más opción que morir.