miércoles, 25 de febrero de 2015

Días de mierda

Hoy es uno de esos días en los que no encuentro las ganas de nada por ninguna parte. De esos que hacen que te pese el alma y que las ganas de vivir se arrastren por el suelo, junto a mi autoestima.

Hoy es un día de mierda.

No entiendo muy bien por qué, pero siempre que me enfado acabo triste. Son dos sentimientos que llevo ligados. Bueno, pensándolo bien, haga lo que haga siempre acabo triste, y no sé muy bien por qué, pero el enfado y el mal humor realmente me deprimen mucho, muchísimo. Y a mí hay muchas cosas que me molestan en esta vida, muchísimas. Y siempre ando cabreada por todo. Porque soy gilipollas. El principal problema soy yo, y me doy cuenta, pero el resto de la sociedad tampoco ayuda. Me cae mal la gente, lo siento. Me cae mal el mundo. Me caigo mal yo. No me tengo el más mínimo aprecio y eso hace que todo lo demás me repulse. Y más la gente que va en plan ''Oye, ¿estás bien?'' NO, JODER, NO ESTOY BIEN, NUNCA ESTOY BIEN, Y YA NO SÉ QUÉ HACER CON MI VIDA. ESTOY HASTA LOS COJONES DE TODO. Pero en lugar de eso digo ''Sí sí, claro, estoy bien''. Porque se me da bien mentir. Y me hundo en mi propia mierda. Y ni siquiera aquí soy yo misma porque sería demasiado peligroso. Estoy acostumbrada a ponerme una máscara y, llevando tanto tiempo con ella, no voy a quitármela ahora. Tengo problemas bastante mayores que por ningún motivo me voy a poner a narrar aquí. Tengo mi propia vida y mis propias preocupaciones, y cada cual tiene las suyas, y punto. Así que no, no estoy bien, pero tampoco voy a hacer nada por estarlo. Seguiré fingiendo porque por lo visto en esto soy alucinante y me hundiré yo sola hasta el fondo. Así que, por favor, dejad de decir qué os preocupa y qué no, de preguntar y de fingir interés. Porque todo es fingido. Porque en el fondo sé que estoy sola. Porque no me importa lo más mínimo, una se acostumbra. Todo el mundo tiene un secreto.

martes, 24 de febrero de 2015

Libertad de expresión

Una cosa que me hace gracia de la gente es lo curiosa que puede llegar a ser. Y con ''hace gracia'' me refiero a que me revienta, y con ''curiosa'' me refiero a toca narices. Ya está. Ya lo he dicho. Que parecéis todos gilipollas, joder.

Existe un derecho en la constitución, que rige la libertad de expresión. No me parece un concepto muy difícil de asimilar, cada cual piensa y por lo tanto dice lo que quiere. Todos tenemos derecho a expresar nuestra opinión, aunque a la otra persona la importe menos que el hombre que batió el record a la mayor gelatina de fresa del mundo. No sé quién es ni me importa, como he dicho. Ya. Que sí. Deja de preguntármelo. GOOGLE.

Como decía, libertad de expresión, cada cual se expresa como quiere. No quiero limitar a nadie a nada, si quieres darme tu opinión adelante, siempre estoy abierta a críticas, pero ojo: constructivas. Críticas constructivas. No estoy aquí para oír gilipolleces, así como dato. 

Antes de continuar con esto me gustaría decir que esto no es una respuesta y que no espero ningún comentario. Es mi opinión, y quiero que la respetéis como he respetado yo la vuestra, gracias.

Ayer subí una fotografía a la red social de Instagram en la que me dibujé un ''abre fácil'' en la muñeca, en posición vertical, imitando así la línea que se dibujaría en un caso de suicidio. Preguntaréis por qué subí tal fotografía, bueno, es una manera de expresarme como otra cualquiera. Me pareció un dibujo bonito, con un significado oculto detrás, y siempre he sentido cierto interés por todo esto. No pretendía meterme con nadie, burlarme de nadie y mucho menos incitar a nadie a hacer nada. Por favor. Creo que estamos llevando el tema al extremo. El caso es que un grupo de chicas, que por supuesto no voy a nombrar por aquí, me comentaron que la foto no les parecía apropiada por tal o por cual. Lo entiendo, acepto su opinión y la respeto. No me meto con nadie. El problema viene, cuando los comentarios comienzan a volverse destructivos, o cuando, por algún casual, tu móvil te notifica de una denuncia. 

Vamos a tranquilizarnos, ¿vale? 

Si escribes en Google ''suicidio'' te aparecen una colección de fotos de autolesiones y formas de suicidio. Fotos de internet que ha subido gente. Cada cual tendrá su opinión respecto a este tema, a favor o en contra. Me da lo mismo, no he venido aquí a hablar del suicidio. Esa fotografía era una metáfora, una manera de expresar, pues eso, el suicidio, de una manera simple. Sintetizar. No estaba haciendo equivalencias a autolesionarse ni nada por el estilo. NO ESTABA INCITANDO A NADA NI A NADIE, por favor, de verdad me interesa que entendáis esto. Es mi manera de expresarme, dibujo, digo, pienso y actúo como quiero. No he subido una foto de nadie cortándose, suicidándose o yo qué sé. Joder. Por qué tanto drama. En mi opinión, me parece una foto preciosa, todas ellas me parecen preciosas, porque muestran una realidad que existe. Y existe entre nosotros, y más cerca de lo que podréis pensar nunca. Es mi manera de expresarme, de fotografiar, de pensar y de dibujar. Es mi red social, son mis gustos, mi forma de actuar y mi vida. Igual que he respetado yo tu opinión, respetas tú la mía, y no te metes donde no te llaman, porque yo no te he llamado en ningún momento. Porque por esa regla de tres jugar a videojuegos incita a matar, ver porno a violar y ver una pareja gay a ser gay, ¿no?. Solo te pido una cosa, que no te metas en mi vida como si fueras mi madre, porque para eso ya tengo una, que respetes mis gustos, mi opinión y mis actos, y que, por favor, pases por alto un poco la vida de los demás. Tú ya tienes la tuya, concéntrate en eso.





lunes, 23 de febrero de 2015

Etapas

Una cosa que pienso muy a menudo es que hacemos muchas cosas mal. Muchas. Yo sobretodo. Una de las cosas que peor llevo es la de amarrarse al pasado, por ejemplo. A las personas, mejor dicho. Tengo esa horrible manía de agarrarme con dientes y uñas a lo conocido, y no soltarlo. Y eso, claro, no trae más que problemas por doquier. Viva. Como si no hubiera suficientes problemas ya, ¿sabes? 

La vida son continuos cambios, y como no lo he dicho nunca y menos lo he escrito, vuelvo a repetirlo: la vida son continuos cambios.

Creo que cada persona está diseñada para una etapa de tu vida, para formar parte de un tiempo finito. Leí en un libro, de Blue Jeans creo, que somos meros actores que interpretan un papel secundario y/o principal, según la parte de la historia en la que nos encontremos. Me parece una manera preciosa de decir que cada uno forma parte de su vida y de las vidas de los demás. Subrayo esto en negrita porque me parece una de las frases más importantes que podrás oír en tu vida, no es por nada. Digna de estar en negrita. Todos estamos hechos para interpretar papeles en esta eterna actuación, en la que, esperemos, suenen aplausos al final. OH DIOS MÍO CUANTAS METÁFORAS GUAYS. 

*Se recoloca la corbata imaginaria, se aclara la garganta y prosigue*.

Como decía, deberíamos acostumbrarnos al paso del tiempo. Existen los amigos de verdad, existen los amores de verdad, lo que pasa es que están programados para durar lo que tengan que durar. No tiene que durar algo un tiempo determinado para considerarse tal o cual. Y creo que ese tiempo también está algo en nuestras manos, aunque no me atrevería a decir del todo. Todo es un constante cambio. El problema es que hay veces, por no decir siempre, que no estamos preparados para despedirnos cuando toca. Y es ahí cuando duele, cuando quema y cuando escuece. Hay veces que no estamos preparados para ser lo fuertes que deberíamos ser, y decir adiós, y dejar que se marche o marcharse, según lo que toque. Hay veces que la vida nos pone a prueba, y es entonces cuando tenemos que reaccionar, responder y dar la cara. Pero ese, en fin, es otro tema.

sábado, 21 de febrero de 2015

De nuevo oscuridad

El bus se tambalea debajo de su cuerpo produciendo un incesable traqueteo. Las gotas de lluvia se pegan a los cristales y dibujan recorridos por ellos, perdiéndose con el viento al final del trayecto. La ciudad, húmeda y fría, brilla llena de luces fuera, bajo las noches de febrero. Toquetea el forro de su abrigo, con nerviosismo, mientras pasea la mirada por dentro de aquel viejo bus. Un par de colegialas conversan animadamente, dos asientos delante suyo. Un hombre con gafas revisa su maletín de trabajo, y una mujer a su lado se muerde las uñas. Prácticamente el lugar está vacío. De fondo suena la radio, un par de presentadores comentando un partido de fútbol en el que participa el equipo local. Vuelve a desviar la mirada a la calle, y se da cuenta de que es su parada. Camina veloz entre los asientos hasta la puerta, justo cuando se cierra la puerta.

-Perdón, ¿puede abrirme?

El conductor presiona un botón y las puertas, que acababan de cerrarse, vuelven a estar abiertas.

-Muchas gracias.

Se coloca la capucha y sale del bus, rumbo a la ribera del río. Los edificios desaparecen detrás suyo, junto con las luces, y se adentra en la espesa oscuridad. El viento se levanta y comienza a llover con más fuerza, pero no le importa lo más mínimo. Camina lo más rápido que puede y, cuando revisa su móvil y ve que llega considerablemente tarde, echa a correr. Se tropieza varias veces con las piezas del camino sin llegar a caerse, la lluvia helada le golpea la cara, el viento le quita la capucha y apenas ve el camino, pero ya da igual. Ya no importa. Corre a trompicones hasta llegar al lugar, a la piedra gris y enorme del camino, junto a la farola. Sus ojos se acostumbran a la luz, y entonces es consciente de que no hay nadie. Se asoma por el muro y revisa cada rincón, pero ya no queda rastro. Se ha ido. Hecho polvo se deja caer en el banco de madera mojada y se cubre el rostro con las manos, mientras un par de lágrimas saladas brotan de sus ojos. Se ha ido, y no volverá. Cuando vuelve a dirigir la mirada al frente, compadeciéndose de sí mismo, un par de manos cubren su rostro y una sonrisa se le dibuja en la cara. Retira las manos de sus ojos y se gira sonriente, donde se encuentra con la mirada de una mujer que no ha visto jamás. La sonrisa se ve sustituida por una mirada desconcertante, y es en ese momento cuando la mujer, de su chaqueta, saca una pistola. No le da tiempo a reaccionar, siquiera a cerrar los ojos. Un segundo después de nuevo oscuridad.

jueves, 19 de febrero de 2015

Despedida

Apoyo la mano en el cristal helado. El espejo está empañado por el vapor de la ducha. Froto este y dibujo un círculo en el que puedo ver mi reflejo. Mi pelo mojado dibuja líneas oscuras por mis pómulos, pegado a mi cara, y mis ojos lucen llorosos y brillantes. Me gusta llorar en la ducha porque las lágrimas se mezclan con el agua y se pierden por el desagüe. Parecen tener menos importancia. Cojo el secador de pelo y pronto todos mis pensamientos se disipan con el ruido, ya no oigo nada, ya no pienso nada. Vacío mi mente al completo y dejo que el aire caliente seque cada mechón de mi cabeza. Ha sido un día largo, casi eterno. Los problemas se me acumulan en mi eterna lista de cosas pendientes que tengo que hacer. No puedo con todo, realmente no puedo con todo. Comienzo a sentir una opresión en el pecho que me va cortando la respiración. No soy capaz, no soy capaz de afrontarme a nada. En efecto, cada vez me cuesta más respirar, cada vez más, cada vez más. Doy un paso atrás y me apoyo en el lavabo, me mareo. ¿Qué me está pasando? Las voces en mi cabeza surgen de nuevo, haciéndome sentir pequeña, absurda, invisible, inútil. Cada vez chillan más, pero yo cada vez oigo menos. Me tambaleo hacia atrás y tiro del cabledel secador, que se desenchufa y deja de hacer ruido al momento. Ahora solo oigo voces, solo veo monstruos. Comienzo a sentir el agobio de no poder respirar y voy perdiendo el equilibrio, doy un paso hacia atrás y piso mal en una baldosa mojada. Instantáneamente me resbalo y mi cuerpo desnudo choca con el frío y húmedo suelo, al mismo tiempo que mi cabeza rebota con el borde de la bañera. Me incorporo de las baldosas heladas, en las que de repente se han dibujado unos círculos rojos. Llevo inmediatamente mi mano izquierda a la cabeza, donde me he dado el golpe, y compruebo que estoy sangrando, pero mis voces siguen sonando. Me levanto con las piernas temblorosas y camino hasta el pasillo, hasta el teléfono fijo. La sangre continúa resbalando por mis hombros y dibujando recorridos por mi piel, pero a mí ya no me importa. Ya no me duele. Ya no oigo voces. Ya me da igual. Marco el número y espero al primer pitido. Me tambaleo hacia atrás y mi cabeza choca contra la pared, dejando un rastro de sangre roja y húmeda. Sonrío al oír la voz de la chica al otro lado del teléfono, que me responde malhumorada y con frases llenas de palabras malsonantes.
-Te llamo para decirte que me voy.
-¿Qué coño dices?
-Me voy, lo han querido así. No ha hecho falta ni planearlo.
-¿Cómo?
-Me voy. Te quiero.
Entonces mi espalda resbala por la pared y acaba apoyada contra esta, mientras el teléfono cuelga y la chica, al otro lado de la línea, chilla.

lunes, 16 de febrero de 2015

Tiempo

¿Recuerdas cuando nada importaba, cuando nada hacía daño, cuando todo consistía en ganar cada partida y reírse con los amigos? Echo de menos todo aquello. Echo de menos los desayunos de cola cao y galletas, la ayuda al ponerse el uniforme del colegio, la caja de pinturas que se ponía en medio de las mesas redondas de colores, las mañanas de moldear plastilina y los recreos de escondite, la hora de la siesta, los dibujos de antes y no estos de ahora, tan horriblemente espantosos… los bocadillos de nocilla, los recitales de ballet, las tardes de parque, las mañanas de bici, los disfraces de carnaval, ese regaliz que se me hacía increíblemente eterno, los cuentos antes de dormir, los cien mil peluches que me echaban de la cama, incluso las pesadillas de cada noche. Echo de menos las pesadillas de cada noche, que al fin y al cabo eran ficticias, que al fin y al cabo no hacía realmente daño. Dolía mucho menos rasparse las rodillas y oír cómo se quiebra tu corazón. Dolía mucho menos un ‘’No vuelvas a hacerlo, ¿entendido?’’ cada vez que la fastidiabas, a oír un ‘’Déjalo, estoy bien’’. Dolía mucho menos no tener que aguantar nada sobre tus hombros. Echo de menos la infancia, echo de menos el pasado. Ese es mi problema, que añoro algo que jamás volverá. Echo de menos decir que estoy bien y realmente estarlo. Echo de menos las sonrisas. Echo de menos no estar rota, sino entera, sin la necesidad de nada ni nadie, sin la necesidad de ninguna parte complementaria. Echo de menos ser yo, la de antes. Y para esto no sería necesario remontar a la infancia, a los chupetes y los juguetes sin piezas pequeñas, para esto no hace falta ir tan lejos. Quizá un año atrás bastaría, quizá un único año atrás y alcanzaría la felicidad de nuevo. Pero, despierta, no se puede hacer nada, no se puede luchar contra el tiempo. Despierta y disfruta del momento dicen, y qué difícil es hacerlo.

domingo, 15 de febrero de 2015

Una muerte lenta y fría

Te sorprendería la cantidad de veces que me escondido debajo de las sábanas para llorar tranquila. Sola. A pesar de sentirme así las veinticuatro horas del día. A pesar de estar rodeada de gente.
Te sorprendería la cantidad de veces que he escrito tu nombre en un folio y más tarde le prendido fuego, esperando así que tu recuerdo se disipara con el aire, con el humo. Y no volviera jamás.
Te sorprendería la cantidad de veces que he intentado acallar mis pensamientos, que rondan por mi cabeza y no me dejan estar tranquila, que no me dejan respirar, ni despegar del lugar más hondo en el que me he encontrado nunca. Al que tú me mandaste.
Te sorprendería la cantidad de veces que me he asomado a la ventana, y he intentado saltar sin resultado alguno, llámalo cobardía, miedo, destino… a las cadenas que me amarran a la vida, y no me dejan volar.
Desde que te fuiste me siento rota y a medias, como si mi vacío no pudiera llenarse jamás con nada excepto contigo. Estoy casi segura de que eres la pieza que falta a mi puzle incompleto. Estoy casi segura de estar condenada a vagar por la vida en tu búsqueda, a escribir poesía sobre tu sonrisa, a llorar tu huida en cada rincón, a pesar de formar parte ya de tu olvido. Así que si algún día decides volver, recapacitas, aunque sea dentro de mil años, aunque ya sea demasiado tarde, te esperaré con los brazos abiertos. A pesar de que tu presencia me haga daño y que tu ausencia me mate. Y solo me queda darte las gracias, porque no hay mayor dolor que el estar viva, ni mayor añoranza que una muerte rápida e indolora, aunque la tuya fuera lenta y fría.

jueves, 12 de febrero de 2015

Like ever

I returned to tread that place
But I didn’t feel again like that time
Nothing has changed, everything is the same.
Like ever.
I returned to breathe with all of me,
And exhale bit by bit,
Like I whispered you again all I loved you.
All I actually love you

I returned to open my eyes and search you everywhere,
But there is no trail about you
And your shadow, so mad,
The same that drops you in the darkness
And follows you when you’re behind the hot sun.

I returned to tread that place
But I didn’t feel again like that time
Nothing has changed, everything is the same.
Like ever.

I returned to caress my fingers,
Stopping explicitly in my thumb,
Like you used to do when the silence stole us the leadership
In the november’s nights.

I returned to stop to hear everytweet of shallow
But I don’t hear your voice yet,
I don’t hear your laugh,
And I am already searching, but I find it nowhere.

I returned to tread that place
But I didn’t feel again like that time
Nothing has changed, everything is the same.
Like ever.

I returned to smell the scent of red roses freshly cut
And I came near to one, and I closed my eyes,
Like I used to close them when I smelt your perfume
When I could feel your scent closer than today.

I returned to have a cup of coffee in our cafe,
Next to the corner,
But it doesn’t taste the same,
It tastes bitterer than it used to taste.

And the stars shine in the sky,
And the moon draws her C in the big dark blue mantle.

And now I returned to tread that place,
Nothing has changed, everything is the same,
But you aren’t here again.
Like never.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Sonrisas de mentira

Es curioso como tendemos a creer que todo tiempo pasado fue mejor por el hecho de permanecer en el pasado. La culpa es de las fotografías. Cuando te hacen una foto te dicen que sonrías, que te cubras con una máscara ante el hecho de guardar un recuerdo. Así, claro, todo recuerdo es siempre mejor. Si nos mostráramos en las fotografías tal y como nos sentimos en ese momento todo esto sería mucho más autentico. Realmente crearíamos verdaderos recuerdos. Porque está claro, no todos los recuerdos son bonitos, por mucho que nos esforcemos en recordarles como tal. Las sonrisas son bonitas porque ocultan la realidad, pero la realidad es realmente eso, lo real. Las sonrisas son mentiras que nos esforzamos en crear para hacer creer que todo marcha bien, que todo va sobre ruedas. La clave está en encontrar a alguien a quien no te haga falta engañar a diario. Eso, creo, sería la meta a la que quiero llegar algún día. Al punto en el cual no me de vergüenza mostrarme tal y como soy realmente, y no tras máscaras de sonrisas pintadas. No tras fotografías de tiempos pasados siempre felices. Así, por supuesto, daría gusto hacerse fotos. Porque no todo es siempre bonito, de color de rosa, ni de color azul. A veces hay que saber mirar hacia atrás, hacia los verdaderos recuerdos. Hacia las decisiones que nos hicieron ser lo que somos hoy. Y reflexionar si estuvimos en lo cierto, si no, y por qué. Porque nuestro motivos tendríamos, de eso estoy segura. Mis motivos tendría para estar donde estoy ahora. Y no me arrepiento por eso mismo, a pesar de que en las fotos siempre sonría.

lunes, 9 de febrero de 2015

Como el mar

Me he dado cuenta de lo sumamente similares que pueden llegar a ser las personas a la vida. A todos los medios que se manifiestan en la naturaleza. Y no me refiero al aspecto físico, como tantos de vosotros estaréis pensando en este momento. Me refiero al carácter, que es lo que realmente define a una persona. Su yo de dentro. Pueden ser completamente iguales a todo lo que tenemos delante. Desde el cielo, tranquilo y sumiso, homogéneo, con la cabeza llena de pájaros; hasta la tierra, segura y firme, real, fuerte, llena de capas, de secretos enterrados en ella. De todos los tipos por todas partes. Valientes, ardientes y llenos de vida, como el fuego, que de lejos da calor y de cerca quema; revoltosos y alocados, revolucionarios, como el viento, que tan pronto te acaricia como te lleva volando lejos. Yo, he descubierto, sería como el mar. Tranquilo en la orilla, revuelto en el fondo. Lleno de monstruos por dentro. Impredecible, tormentoso, oscuro en el interior, imposible de dominar pero sencillo de seguir la corriente. Creo que sería un mar enorme, y cuanto más revuelto, mejor. Cuanto más tormentoso, más yo. Lo que mejor nos define es lo que más pánico nos da, irónicamente.  Lo contrario a nuestro interior es lo que solemos manifestar. Por eso todas las monedas tiene dos caras. Por eso nunca se llega a conocer a una persona, porque cuando piensas que ya la conoces te encuentras con una cara totalmente opuesta. Por eso toda la vida es tan idónea para representar el interior de cada nosotros. Porque se contradice continuamente, porque se mantiene en movimiento. Porque somos así, contradictorios, como el fuego, como el agua, como la tierra, como el aire. Porque somos nosotros y solo nosotros, y eso es lo que nos hace ser únicos. Porque me encantan las metáforas.

domingo, 8 de febrero de 2015

Secretos

Un día, sin previo aviso, te levantas y pasa. Explotas. Llega el momento de soltar todos tus monstruos, porque dentro queman. Porque dentro te han matado demasiado. Llega el momento de explotar, de llorar, de confesar, de morir en forma de lágrimas saladas. Hacen demasiado daño, duele suficiente, no me veo capaz de seguir soportando esto. No puedo más. Yo siempre he sido partidaria de los secretos, si ni tú mismo has sido capaz de guardar un secreto, no esperes que otros lo hagan por ti, nos constituyen, nos hacen personas... Pero ningún ser humano es capaz de guardar un secreto tanto tiempo. No estamos preparados para ello, por mucho que yo me esfuerce en que sí. No estoy preparada pero tampoco estoy segura de ser capaz de soportar el contarlo. Tampoco estoy segura de saber hacerlo. Ni de que me crean cuando lo haga. Necesito saber sobre seguro, que no se irán de mi lado, que me ayudarán a salir de esta. Necesito saber que mi secreto no seguirá haciéndome daño. No estoy segura de nada, pero aún así ha llegado el día de contarlo, de salir, de dejar de esconderme. Ha llegado el día de dejar de ser débil y conventirme en fuerte.

viernes, 6 de febrero de 2015

Nómadas

El tiempo cambia todo. Un día en las nubes, otro día en el suelo. Un día blanco, otro día negro. Un día te odio, otro día te quiero. Y así, con extremos a diario. Todo es una constante evolución, por eso nada es para siempre, por eso nunca digas nunca. Porque todo puede cambiar en cualquier momento. Porque tú no volverás a ser el que eres ni eres el que fuiste. Ni él. Ni ella. Ni nadie. La vida pasa y toca apechugar y adaptarse. Todo cambia, y es algo que tenemos que aceptar, por eso mismo habrá que acostumbrarse a no acostumbrarse a nada, a rotar, a girar, a cambiar, como nómadas, nómadas buscando cómo sobrevivir al medio. Y ese medio es la vida. Y la vida es muy, en fin, suya. Acostumbrarse a adaptarse al medio. A la realidad. A los cambios. Y, espero, que pronto vengan más.

lunes, 2 de febrero de 2015

Fuerte

Hoy me apetece hablaros de la gente que se hace fuerte. Admiro, tremendamente, a todas esas personas que han sabido caminar hacia delante sin echar la vista atrás. A las que han sufrido tremendamente y, aún así, han decidido seguir con todo, apostar y jugársela. No hay mucho de esto por aquí, en el mundo, me refiero. Cualquiera puede caer, pero no cualquiera puede levantarse tantas veces. No cualquiera puede superar un trastorno, de cualquier tipo, y seguir adelante. No cualquiera puede superar una enfermedad y seguir adelante. No cualquiera puede superar cualquier mal que su vida le haya expuesto y seguir adelante. Por eso hoy quiero dedicar mi entrada a  todos aquellos que se han hecho fuertes, que son unos luchadores. Por eso mi libro no se lo dedico a cualquiera, sino a los fuertes, a los que han superado cualquier obstáculo que su vida les haya puesto delante y han seguido pisando fuerte, sin miedo. A los de verdad. Porque la vida está para eso, para los fuertes, y da lo mismo la cantidad de veces que te caigas, te hagan daño o tú mismo te lo hagas. Da igual el daño que te hagas por consecuencia de los demás. Te prometo que algún día te levantarás del suelo, y tus muñecas dejarán de recibir cortes. Te prometo que algún día dejarás de amarrar la botella cada noche, o de comer hasta explotar, intentando llenar ese vacío, para más tarde vomitar. Te prometo que algún día dejarás de llorar entre sábanas y empezarás a vivir de verdad. Pero hasta entonces no hay prisa. Simplemente haz las cosas poco a poco, piensa cada movimiento, piensa por qué lo haces, si realmente merece la pena, si no es hora ya de levantarse. Y levántate cuando estés seguro, cuando te sientas fuerte, cuando consigas articular una sonrisa de verdad. Y sigue adelante. Porque eres fuerte, porque eres un luchador. Porque eres de ese tipo de personas que no se fija más en el pasado y que vive el presente, que alcanza metas, que pisa fuerte. Porque esa, pienso, es la gente que vale la pena.

domingo, 1 de febrero de 2015

Compensar la balanza

Ayer, viendo un vídeo de un amigo, salió el tema de dar y recibir. Bueno, no salió, él sacó el tema, y me hizo pensar bastante sobre todo. No sé, me pareció curioso. Él decía que nunca se da lo que se recibe, que cuánto más das menos recibes. Creo que tiene razón. El karma se ajusta injustamente algunas veces, por mucho que me esfuerce en creer que es justo. A veces cuando das mucho no recibes casi nada. Y esto es así. Tendemos a creer que depende exclusivamente del trabajo y el esfuerzo, pero también influye un tercer factor: la suerte. La suerte influye mucho en todo, y como ya hablé una vez sobre este tema no voy a enrollarme de nuevo. Todos tenemos  un número finito de suerte. Algunos mayor que otros, pero eso no quita que no tengamos. Por eso me gusta pensar que si no tienes éxito en tal o en cual, será porque la suerte está esperando otra oportunidad mayor. Lo sé, un sentimiento optimista en mí. EN MÍ. Quizá el fin del mundo esté cerca. La cosa es no rendirse nunca, no dejar de pelear. Luchar por lo que quieres, aunque suene cursi, porque sólo vas a vivir una vez. Y porque si ya te joden suficientes cosas en esta vida, no permitas que te sigan fastidiando, compensa la balanza. Haz algo por lo que merezca la pena levantarse por las mañanas. Pero haz algo por ti, por tu propia felicidad. Hazlo por ti mismo, porque te complementa. Y si no consigues el éxito merecido no importa, porque lo estás haciendo por ti, porque estás luchando por tu día a día, por tus ganas de seguir respirando. Encuentra lo que te motive y síguelo como si no hubiera un mañana, céntrate en eso y disfrútalo. Vívelo. Siéntelo. Haz que forme parte de ti. El reconocimiento llegará solo, y, si así está escrito, la suerte te acompañará todo el camino. Compensa la balanza, ajústate a la vida, aunque esta no sea justa.